“Algunas personas nacen para ser profesores. Otras nacen para ser futbolistas. Yo nací para ser ladrón”, eso dice Octave Durham, quien robó dos pinturas de Vincent van Gogh la noche del 7 de diciembre de 2002.
Más de 14 años después de que, junto a un cómplice, treparon a la azotea del Museo Van Gogh, rompieron una ventana con un martillo y removieron los lienzos de la pared, Durham finalmente se ha sincerado sobre su participación en uno de los robos de arte más célebres de la posguerra.
Lo hizo en un documental de 45 minutos que el 21 de marzo se transmitirá en la televisión holandesa, el mismo día en que el museo planea devolver los dos lienzos —que se recuperaron en septiembre después de estar en el hogar de la madre de un mafioso italiano— para exhibirlos al público.
La confesión no tiene consecuencias legales para Durham, quien fue condenado en 2004 y cumplió poco más de 25 meses en prisión, pero arroja luz sobre el tortuoso viaje de las pinturas y su rescate, así como el cruce entre el robo de arte y el crimen organizado.
Terugkijken: Kunstdief Octave 'Okkie' Durham aan tafel tegenover @AxelRuger van het @vangoghmuseumhttps://t.co/6DLDOIVX2F pic.twitter.com/e1jTp0fkqo
— Pauw (@pauwnl) 22 de marzo de 2017
“El robo tomó unos 3 minutos y 40 segundos”, dice Durham en el documental. “Cuando terminé, la policía estaba allí, y yo pasé enfrente conduciendo el auto con el que escapé. Me quité la máscara de esquí, bajé la ventana y los observé”.
“Podía oírlos en mi escáner policial. No sabían que era yo”, agrega.
Van Gogh keert terug! Een fantastische dag voor het @vangoghmuseum. Vanaf morgen zijn ze te zien! https://t.co/d5KGSQMa0n #vangoghreturns pic.twitter.com/IZQ4Jkncfl
Durham detalla por primera vez sus actos, después de pasar años afirmando su inocencia, y se jacta de haber perpetrado “robos bancarios, robos de depósitos de seguridad y trabajos más espectaculares que ese”. Dice que no eligió el museo por tener un interés en el arte, sino simplemente porque podía. “Ese es el ojo de un ladrón”, se jacta.
Las obras tienen un valor incalculable porque nunca han estado en el mercado: “Vista del mar en Scheveningen” (1882) es uno de los dos paisajes marinos que Van Gogh pintó durante los años que pasó en los Países Bajos, y “Congregación saliendo de la iglesia reformada en Nuenen” (1882-84), en la que se ve la iglesia donde el padre del artista era pastor, fue un regalo que el pintor le hizo a su madre.
“Realmente fue un día terrible”, recordó Nienke Bakker, curadora del Museo Van Gogh, en una entrevista.
También te podría interesar:
Viñedo Trump solicita jornaleros extranjeros
Schwarzenegger se burla de la poca aprobación de Trump
Ataque terrorista cerca del Parlamento de Londres