En este pueblo mexicano la navidad dura todo el año


Tlalpujahua de Rayón se ubica al noreste de Michoacán y en el 2005 fue nombrado “pueblo mágico” por la Secretaría de Turismo
En este pueblo mexicano la navidad dura todo el año

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viernes, 1 de diciembre de 2017 0:00

Rojo, verde, dorado y plateado son sólo algunos de los colores que hacen de estos dos pueblos mágicos lo más navideños de México. Y es que en Tlalpujahua, Michoacán, la magia de la Navidad está más presente todo el año, pues es el principal productor de esferas navideñas del País.

 

Ahí, las esferas son creadas a través de la técnica artesanal de vidrio soplado, una tradición que requiere de una gran habilidad, así como de delicadeza y precisión. Esto les brinda un valor agregado que va más allá de simples objetos decorativos, sino que verdaderamente son piezas de arte popular que reflejan el talento y las tradiciones del País.

 

Tlalpujahua de Rayón se ubica al noreste de Michoacán y en el 2005 fue nombrado “pueblo mágico” por la Secretaría de Turismo. Aunque en el pasado fue un reconocido centro minero, hoy en día es una de las capitales de las esferas navideñas, por lo que se le conoce como “el pueblo de la eterna Navidad”.

 

Según la Oficina Turística de Tlalpujahua, cada año arriban al menos unas 450 mil personas en vísperas navideñas. Sin embargo, de acuerdo con el portal Capital México, el director adjunto de la dependencia, Miguel Ángel Esquivel Martínez, asegura que la afluencia de visitantes llegó a 600 mil personas en 2016, únicamente durante la Feria de la Esfera, la cual se organiza de manera ininterrumpida desde hace 17 años y que este año inició el 30 de septiembre para terminar el 17 de diciembre. Justo a tiempo para recibir la Navidad con las mejores decoraciones en el arbolito.

 


 

En sus inicios la feria contaba con la participación de sólo 10 productores de esferas, pero actualmente son alrededor de 100 las fábricas productores que participan, aunque en el pueblo existen en total unos 150 productores de esferas en la feria sólo pueden participar aquellos que son originarios de Tlalpujahua para incitar al comercio local. Las visitas a estas fábricas se han convertido en uno de los principales atractivos turísticos, pues no sólo muestran la famosa técnica del vidrio soplado sino que el proceso de decoración es sin duda una obra de arte.

 

Al agotarse los minerales en la zona, algunos trabajadores emigraron a la capital para convertirse en mano  de obra especializada, mientras que otros buscaron suerte en Estados Unidos. Uno de ellos fue Joaquín Muñoz Horta, quien viajó a Chicago donde aprendió el oficio de la fabricación de árboles artificiales, mismo que trasladó a México donde inició su propio negocio que lo puso en contacto con productores de artículos navideños, por lo que en 1965 regresó a su pueblo donde puso su propio  taller, el cual se convirtió en probablemente la fábrica más grande de su tipo en Latinoamérica. De acuerdo con el periódico El Universal, la producción de esta fábrica es de alrededor de 40 millones de esferas al año.

 

Otro magnate de este negocio es Francisco Mora, cuya empresa Fimave produce unas 2 millones de esferas al año, de las cuales exporta el 90 por ciento. El resto de los productores locales, consiste principalmente en talleres familiares asentados en sus propios hogares, convirtiéndose en un arte que pasa de generación en generación.

 


 

Si bien Tlalpujahua es la cuna de las esferas, también existe otro pueblo mágico que abraza este oficio, aunque a diferencia del primero sólo lo hace en temporada navideñas y no todo el año como base de economía. Se trata de Chignahuapan, Puebla

 

Aquí la tradición inició no como resultado de la visión en el extranjero de la Navidad, sino con la inmigración de un habitante de Tlalpujahua , quien montó su propio taller en ese estado y enseñó a sus habitantes el arte de la fabricación de esferas. Sin embargo, a diferencia del pueblo michoacano que conserva la tradición del vidrio soplado y el trabajo artesanal, con el paso de los años los poblanos dejaron atrás estas técnicas y decidieron sumergirse en un proceso de maquila industrializado que les permite competir en precios en el mercado contra las mercancías chinas y coreanas.

 

Ya sea como un producto artesanal que tiene el valor agregado de la calidad en la mano de obra, o como un proceso industrializado que busca reactivar la economía local durante la época navideña, ambos pueblos mágicos sentaron las bases de una tradición que si bien no es de origen mexicano, se ha arraigado a la cultura del País no como un oficio sino como un símbolo de que hacer las cosas “a la mexicana” no son sinónimo de baja calidad, sino de mucho corazón.




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