Zona Cero renace 15 años después del ataque a las Torres Gemelas


Una inversión de US$ $30 mil millones ha transformado la zona del desastre en un nuevo atractivo turístico, con un museo del 11/9 y un memorial para las víctimas.
Zona Cero renace 15 años después del ataque a las Torres Gemelas

Por Redacción TVP

domingo, 11 de septiembre de 2016 0:00

Quince años después de los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 que le quitaron la vida a 2.996 personas en Nueva York y provocaron pérdidas por encima de US$ $100 mil millones, la Zona Cero ha vuelto a convertirse en el World Trade Center, un sorprendente centro de comercio y cultura que, con arquitectura de primera y el edificio más alto del hemisferio occidental, restablece la grandiosidad de Manhattan. La herida, de todos modos, no ha cicatrizado.

Con la inauguración de la nueva estación de transporte diseñada por el español Santiago Calatrava a mediados de agosto, la reconstrucción del sitio está casi terminada. Oculus, la estructura con forma de paloma que ha sido criticada por su costo -US$ 4 mil millones- alberga un enorme centro comercial con 100 tiendas y restoranes de lujo y le agrega aún más espectacularidad a la zona. 

El memorial está compuesto por una plaza y un museo. La plaza (9/11 Memorial Plaza) de más 32 mil metros cuadrados, tiene 400 robles blancos y dos enormes pozos cuadrados de granito negro ubicados en el mismo lugar donde estaban las Torres Gemelas. Cada pozo tiene placas de bronce que recuerdan los nombres de las víctimas y cascadas de agua que caen 30 metros desde el nivel del suelo para volver a juntarse en una piscina y caer a un segundo pozo más pequeño. El diseño del arquitecto israelí Michael Arad evoca fluidez y pérdida. 

El museo de la memoria (9/11 Memorial Museum) narra la historia de las víctimas y repasa los hechos del día que muchos rememoran con videos, fotos, historias orales, objetos y restos encontrados en la limpieza. Desde que abrió en mayo de 2014, ha recibido más de 6,6 millones de visitas. 

“En los viejos tiempos aquí venía solo gente de Wall Street a almorzar y no había ni un turista”, cuenta Michael Keane, de 53 años, dueño del bar O’Hara’s, ubicado en la esquina sureste del sitio. “Hoy el flujo de turistas es increíble; gente de todo el mundo. Tuvimos años muy duros después del 11/9, pero desde que abrió el Memorial, cinco años atrás, nos comenzó a ir bien”. 

Una de las últimas atracciones es el observatorio ubicado en el piso 100 del One World Trade Center, también conocido como Freedom Tower, que con 541,3 metros de altura es el más alto de este lado del mundo. Con una entrada de US$ 34, ha recibido a más de 3 millones de personas en 15 meses.

Hoy, 60 mil personas viven en el bajo Manhattan, casi el triple que en 2000; 266 mil personas trabajan en la zona, llegando a niveles cercanos a los que había en 2001; hay 29 hoteles, 23 más que antes del atentado, y el año pasado hubo más de 14 millones de visitantes, según Downtown Alliance, que promueve el desarrollo del área. La revitalización fue impulsada por una inversión pública y privada de US$ $30 billones.

Para no olvidar

A pesar de la enorme revitalización de la zona, tanto el museo como la plaza recuerdan que a pesar de que la herida está cerrada, la cicatriz queda para siempre. 

“Todavía me emociono mucho cuando hago visitas guiadas”, afirma Brenda Berkman, bombera que trabajó en la Zona Cero en la mañana del 11 de septiembre y que ahora oficia de guía de la organización 9/11 Tribute Center formada por víctimas, familiares y personal de servicio de emergencia. “Y no creo que nunca se me pase. Pero creo que con el tiempo el dolor está menos a flor de piel y la gran tristeza y depresión que muchos sentimos luego del 11/9, afortunadamente, se ha disipado”. 

Pero el tiempo no cura todo. Además de las víctimas mortales, los ataques de Al Qaeda causaron enfermedades físicas y mentales en muchos neoyorquinos. 

El programa de salud del World Trade Center suma más de 75 mil personas afectadas hasta ahora. Treinta y dos mil de ellos han sido diagnosticados con enfermedades respiratorias o digestivas -asma, tos crónica, reflujo o obstrucción pulmonar- y 5.400 personas con uno o más tipos de cáncer. Los diagnósticos de cáncer -que afectan principalmente a policías, bomberos, enfermeros y personal de emergencia que acudió a la zona del desastre tras el derrumbe de las Torres Gemelas- ha ido en aumento desde 2013 y en el último año se triplicaron. 

Para Berkman, que es además una de las primeras bomberos mujeres de Nueva York y una de las con mayor rango, el memorial logró uno de sus objetivos centrales: recordar y honrar a las víctimas. A pesar de que a muchos neoyorquinos les molesta que el museo cobre entrada (US$ 24) y que tenga una tienda y el reciente centro comercial en la zona, “es Nueva York, no tenemos suficientes lugares donde comprar”, bromea Berkman. Según ella, el nuevo World Trade Center logra respetar la memoria de los fallecidos. “Lo que alguna gente no se da cuenta, por ser una plaza pública, es que pueden estar al lado de alguien para quien este lugar es un cementerio”, observa.

Un abrumante 40% de las víctimas del 11 de septiembre de 2001, correspondiente a 1.113 personas, y un 35% de restos humanos, aún no han sido identificadas por la Oficina del Médico Forense de la Ciudad de Nueva York y se encuentran depositados en el lecho de roca del World Trade Center. 

¿Más seguros? Sí y no

Uno de los videos exhibidos en el Museo del 11/9 -disponible en internet- muestra a cinco de los terroristas que secuestraron aviones en el punto de seguridad del aeropuerto de Dulles, en Virginia, sin ser cuestionados. Indudablemente, la seguridad en aeropuertos, y fuera de ellos, ha sido uno de los aspectos que más han cambiado en estos 15 años. 

Y a pesar de que expertos en seguridad y terrorismo aseguran  que el país nunca ha estado más preparado para prevenir y responder a un atentado, también piensan que el terrorismo no ha disminuido, sino que se ha complejizado.

Según Brian Naussbaum, profesor asistente de Seguridad Nacional y Ciber-seguridad en la Universidad de Albany y ex analista de inteligencia del estado de Nueva York, la mayoría de los atentados ocurridos en Estados Unidos afiliados al Estado Islámico, no han sido perpetrados por personas entrenadas y enviadas por el EI, sino que por ciudadanos estadounidenses que se han radicalizado a través de la web. 

“Esto hace el trabajo de seguridad aún más difícil porque están realizando actividades protegidas por ley”, explicó Naussbaum. 

Inmediatamente después del 11 de septiembre, el Presidente George W. Bush firmó la Patriot Act, una ley que le permitía una serie de herramientas para interceptar actos de terrorismo. Con el tiempo, organizaciones demostraron que algunas de esas medidas eran inconstitucionales y poco efectivas.

“El balance entre libertades individuales y seguridad se ha ido ajustando en forma natural, pero es difícil nivelar entre vigilancia excesiva y el potencial riesgo de dejar pasar información frente a tus ojos”, explica Naussbaum. 

Según una encuesta realizada en junio por el Concejo de Asuntos Globales de Chicago, los norteamericanos consideran que la mayor amenaza contra su país sigue siendo el terrorismo. 

“La seguridad pública y la preocupación frente al terrorismo se ha convertido en un foco y desde 2001 se ha invertido mucho dinero para cambiar la organización y prioridades de la policía y otras agencias para hacer de Nueva York un lugar más seguro”, dijo Naussbaum, que ha realizado estudios sobre cómo han cambiado estos organismos en la ciudad. “Son agencias mucho más capaces hoy a lo que eran en 2001”, concluye.


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