Bostezar te pone en una posición embarazosa. No lo puedes reprimir y encima achicas los ojos, sacas papada y se te llegan a ver hasta las caries y la campanilla. Para la ciencia sigue siendo un misterio por qué nuestras mandíbulas se separan de semejante manera, pero lo curioso es que es un gesto extendido universalmente entre el resto de animales.
Un grupo de científicos de la Universidad Estatal de Nueva York decidió que iba a ver vídeos de erizos, gatos, perros, focas y conejos bostezando. Que pondría en el buscador de Youtube "los roedores más adorables bostezando... todo el tiempo" y contaría los segundos que pasan desde que comienza el bostezo hasta que termina. Así, tras haber observado este comportamiento en 29 especies, han averiguado que existe una relación entre la duración y el tamaño del cerebro.
Los animales con el cerebro más pequeño y con menos neuronas en la corteza cerebral tienen bostezos muy breves: 1,5 segundos, y fin. Este gesto en los ratones es efímero. Sin embargo, los animales con cerebros más grandes tardaron más en cerrar sus bocas: hasta 6 segundos. Por último, los humanos tenemos el bostezo medio más largo, algo más de 6 segundos.
Los investigadores sugieren que este comportamiento posee un efecto fisiológico, como el aumento del flujo sanguíneo, que contribuye a refrescar el órgano con el que pensamos.