La Piedra del Sol, o también conocida como Calendario Azteca, fue labrada hace más de 500 años. Y a pesar de que las inscripciones expresan la cosmovisión del pueblo mexica y los cultos solares, este monolito fue utilizado como un recipiente ceremonial o un altar de sacrificio y no como un calendario.
Este monolito, construido con piedra basáltica mide 3.60 metros de diámetro y 122 centímetros de grosor con un peso de más de 24 toneladas, permaneció bajo la tierra durante 270 años, luego de ser derribado y enterrado al consumarse la Conquista de México.
Antonio Saborit, director general del Museo Nacional de Antropología, explicó que "todos los elementos que están en su superficie remiten a su concepción del tiempo y espacio y esto fue lo que los llevó a llamarlo Calendario Azteca; señala los días, señala edades, señala puntos cardinales, pero no era un calendario, ahora los especialistas nos dicen que pudo tratarse de una piedra sacrificial o bien un cilindro, le llaman, para el sacrificio entre guerreros".
Fue encontrado, de manera fortuita, el 17 de diciembre de 1790 mientras se realizaban una serie de reformas urbanas a un costado de la Plaza Mayor del Centro Histórico de la Ciudad de México.
Se cumplieron 226 años de su hallazgo, tras el cual fue colocado en un principio a un costado de la Catedral Metropolitana para su exhibición.
Es la pieza arqueológica más representativa de la cultura azteca descubierta hasta la fecha.