En su investigación “High Hitler, Las drogas en el Tercer Reich”, publicada en 2016, el periodista alemán Norman Ohler dio a conocer las contradictorias acciones del Estado Alemán de Hitler, el cual por un lado castigaba fuertemente a los adictos y por otro utilizaba drogas psicoactivas para llevar adelante sus propósitos políticos.
El gobierno de Adolf Hitler aplicó una estrategia represiva antidrogas con serias consecuencias para los adictos, a quienes se les trataba como parias de la sociedad, pues eran considerados “personas psicopáticas”.

Entre los escarmientos que la Alemania nazi aplicó a los drogadictos se encontraba el encarcelamiento sin nada que les evitara el doloroso cuadro de abstinencia; el impedimentos del matrimonio e incluso la prohibición de tener hijos. Esta política antidroga basada en la Ley del Opio del Reich se convirtió en una forma de exclusión que pronto ligada, muchas veces sin fundamento con los judíos.
Sin embargo, mientras estos castigos caían sobre los adictos y judíos injustamente acusados de adicción, farmacólogos del Reich crearon una droga altamente adictiva para ser irónicamente utilizada con fines políticos y por lo tanto altamente difundida entre los diferentes niveles de gobierno y fuerzas armadas.
Se trataba de una droga potenciadora del rendimiento, con propiedades para quitar el sueño, el hambre y producir euforia. En ese entonces denominada como “Pervitin”, hoy mejor conocida como metanfetamina e inmortalizada como cristal "meth" en la exitosa serie de televisión Breaking Bad.

La metanfetamina fue desarrollada como una especie de “antidroga” que sustituía todas las sustancias ilegales y su consumo no estaba sancionado. ¡Al contrario! Se vendió en todos los formatos posibles (incluso en forma de bombones) y fue un éxito en todas las clases sociales, pero sobre todo fue considerada la panacea para el ejército.
Imaginen un ejército desinhibido, con sus sentimientos anestesiados, en estado de alerta, sin necesidad de dormir o comer hasta 36 o 46 horas: era la receta secreta del éxito. Se dice que en 1940 cuando Alemania invadió a Francia casi sin resistencia, sus soldados se encontraban completamente drogados.
Como era de esperarse a los meses de su uso excesivo los informes de sobredosis y adicción empezaron a convertirse en algo rutinario, al punto de que surgió la expresión “cadáveres de Pervitina”, pero el beneficio de la droga era tan alto que el Estado nazi no le tomó importancia.

No fue hasta 1941 cuando los estragos de la Pervitina se hicieron demasiado evidentes que fue sometida a las disposiciones de la Ley del Opio del Reich, convirtiéndola en una sustancia ilegal.
Por supuesto, Alemania no fue el único país en recurrir a psicotrópicos con fines militares. El Reino Unido empleó una variante conocida como bencedrina años después, y se sabe también que durante la Guerra de Vietman, el gobierno norteamericano anestesió emocionalmente a sus tropas con drogas.
Hoy en día, en México la guerra entre cárteles del narcotráfico es tanto ocasionada por drogas como subministrada por ellas. En las filas de estos cárteles vemos cada vez a más jóvenes intoxicados. Mientras que en África los niños soldados son obligados a consumir drogas para convertirse en adictos fácilmente de manipular.
Así, la historia militar del mundo está marcada no sólo por sangre sino por estupefacientes que las incentivan. ¿Cómo romper el círculo vicioso cuando la cultura del consumo surge desde las esferas más altas del gobierno? Es una pregunta que llevamos años tratando de contestar.

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