Hace unos meses fue adoptado por un convento en Cochabamba, Bolivia.
Todos los frailes y seminaristas del convento lo amaron instantáneamente. En cuanto los feligreses lo conocieron, también se enamoraron de él.
Fray Bigotón pasa los días como cualquier cachorrito.
Por las mañanas, cuando los frailes se van a estudiar, él se queda jugando en el patio del convento. Por la tarde, cuando regresan a hacer sus labores diarias, aprovecha para jugar con algunos de sus hermanos.
Así es, hermanos. Para los Franciscanos, todos los animales son hijos de Dios, no sólo el hombre.
Ellos consideran que Dios hizo el mundo para todos nosotros y que es nuestra responsabilidad compartirlo y cuidarlo.
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