En la localidad de Quidah, en el sur de Benín, un ritual vudú culmina con la escarificación, la cual consiste en hacer cortes superficiales en la piel de las personas con fines espirituales. Este acto, que dejará en el rostro una marca de por vida, ha sido practicado por siglos en algunas partes de África. La cultura de los Houeda considera que este tortuoso rito debe realizarse durante la infancia, para así marcar el correcto camino en el espíritu de todos los niños. El proceso es visceral para los ojos de las culturas que dominan el mundo, pero para ellos es una necesidad y un hábito.
Quienes se encargan de realizar estos tatuajes, limpian las incisiones con plantas medicinales y ginebra, después usan un cuchillo cualquiera para hacer un corte en la cara de los infantes, sin importar las recomendaciones de salud para evitar el contagio del VIH. El rito se convierte en una tortura para los niños, quienes gritan al sentir el filo atravesar sus delgados y tiernos rostros.
Grupos a favor de los Derechos Humanos han intentado detener este acto sin mucho éxito, pues las tradiciones de los pueblos son muy difíciles de borrar. Durante una entrevista con uno de los jefes de estas comunidades, declaró: “No estamos violando los derechos de los niños, simplemente le estamos enseñando a los niños de dónde vienen y lo que pasarán en la vida”.
La escarificación enseña a los niños lo que significa la vida pero, por fortuna, en un acto de solidaridad e increíble bondad, existe un artista visual que se encarga de hacer sonreír a todos los infantes con un tatuaje. Benjamin Lloyd pensó que podría ser una buena idea hacer tatuajes temporales a los niños que se encuentran en situaciones difíciles de salud.
Durante 10 años, Benjamin se ha dedicado a pintar con aerografía, y para experimentar nuevas experiencias, comenzó a tatuar gente adulta desde hace unos meses. Un día, el hijo de uno de sus amigos asistió a una sesión de tatuaje. El pequeño padecía una enfermedad crónica que empeoraba cada día y comentó que quería tatuarse como su papá. Los adultos, sorprendidos por la petición del niño, dudaron acerca de si debería o no realizarlo. Era obvio que la decisión de tener una marca durante toda la vida no se puede tomar cuando se tienen unos cuantos años de vida.
Benjamin entendió las dificultades de vivir con una enfermedad que entristece la existencia, y para darle un poco de luz a la vida del niño, le hizo un tatuaje temporal. Por supuesto, el pequeño quedó totalmente contento y agradeció la oportunidad de saber lo que se siente tener un tatuaje en el cuerpo. Lloyd, convencido de que este fue un acto bueno y alentador, subió las fotos de su reciente trabajo a su perfil de Facebook para conocer la reacción del público.
Dijo que si conseguía al menos 50 likes, iría al Auckland’s Starship Children’s Hospital a tatuar a los niños enfermos. Este tatuador no consiguió 50, sino más de 450 mil likes. Desde ese entonces ha tatuado a varios niños que quieren sentir la emoción de la tinta sobre la piel, por supuesto, tendrán que bañarse después para remover las ilustraciones de sus cuerpos. Con este acto ha logrado sacar la sonrisa de muchos pequeños que dicen que se tatuarán de verdad cuando crezcan.
El espíritu rebelde de estos pequeños sale a flote y, para complementar su experiencia, visten con cadenas, atuendos rudos y toman la pose de un valiente motociclista o un amante de la música rock.
Más allá de la angelical sonrisa de los niños, el acto de Benjamin Lloyd es una muestra de empatía con las personas que viven una vida complicada, y aunque pareciera que tatuar a un niño es una acción malvada y vil, su trabajo consiste en brindar un poco de luz en un mundo lleno de angustias y tristezas a causa de una enfermedad.
Utilizamos cookies para garantizar que obtenga la mejor experiencia en nuestro sitio web. Siga navegando si está de acuerdo o descubra cómo administrar las cookies.
Utilizamos cookies para garantizar que obtenga la mejor experiencia en nuestro sitio web. Siga navegando si está de acuerdo o descubra cómo administrar las cookies.