“¡Qué despiadados son
En su callar los muertos!
Con razón
Todo mutismo trágico y glacial,
Todo silencio sin apelación
Se llaman: un silencio sepulcral”.
En efecto, el silencio puede ser despiadado, pero en el caso del poeta mexicano Amado Nervo es inexistente, pues a 98 años de su muerte su prosa y sus versos aún nos hablan.
El legado de José Amado Ruíz Nervo (1870-1919) es complejo al igual que lo fue su evolución como poeta, es una lucha espiritual que nos lleva desde su distanciamiento con la religión al abandonar sus estudios eclesiásticos, que lo llevaron a experimentar una poesía con toques de tristeza y misticismo que abordaba temas existenciales, hasta su reconciliación con la misma reflejada en un sentimiento de renuncia plena.
Si bien muchos han interpretado el sonoro nombre “Amado Nervo” como un pseudónimo o hasta un nombre artístico, la realidad es que fue un apodo dado por su padre desde su nacimiento; sin embargo, dicho nombre es una verdadera representación de su ser, pues sus versos llenos de sentimiento se convirtieron, tal y como lo expresó en su libro “Los Jardines Interiores” con el poema “Mi verso”, en “emblemas para todos los amores, espejos para todos los encantos y coronas de astrales resplandores para todos los genios y los santos”.
“Querría que mi verso, de guijarro,
en gema se trocase y en joyero;
que fuera entre mis manos como el barro
en la mano genial del alfarero.
…
Yo trabajo, mi fe no se mitiga,
y, troquelando estrofas con mi sello,
un verso acuñaré del que se diga:
Tu verso es como el oro sin la liga:
radiante, dúctil, poliforme y bello”.
Aunque su prosa nunca tuvo el impacto que su poesía alcanzó, Nervo acarició diferentes géneros. Curiosamente fue gracias al periodismo, el cual ejerció en Mazatlán, Sinaloa, y luego en la Ciudad de México, que el poeta encontró la filosofía literaria que tanta buscaba, pues en 1900 el periódico El Imparcial lo envió como corresponsal a la Exposición Universal de París, donde residió durante dos años.
Fue ahí donde conoció al gran poeta nicaragüense Rubén Darío, el iniciador y máximo representante del modernismo, movimiento literario del cual pasaría a formar Amado Nervo y que se caracterizó por un culturalismo cosmopolita, una ambigua rebeldía creativa y una profunda renovación estética del lenguaje y la métrica. Durante esta época, el poeta mexicano se alejó un poco de sus preocupaciones religiosas y existenciales y tomó una dirección menos mística, más liberal y humana, la cual terminaría definiendo su formación literaria.
Además de la vigencia de sus versos, Amado Nervo puede ser considerado un “muerto poco silencioso” también debido a “La Amada Inmóvil”, su más profunda compilación de poemas, la cual fue publicada post mortem debido a que aborda el íntimo y desgarrador dolor de la pérdida de su amada Ana Cecilia Luisa Dailliez, su compañera durante 10 años,
quien murió recluida en la casa del poeta en España, mientras éste era secretario de la Embajada de México en ese país.
Su “Ofertorio” es sin duda alguna una de las joyas líricas más importantes de toda su producción poética.
“Dios mío, yo te ofrezco mi dolor:
¡Es todo lo que puedo ya ofrecerte!
Tú me diste un amor, un solo amor,
¡un gran amor!
Me lo robó la muerte
...y no me queda más que mi dolor.
Acéptalo, Señor:
¡Es todo lo que puedo ya ofrecerte!...”
Serían siete años de dolor antes de que Nervo se reuniera con su amada tras morir de una enfermedad renal crónica el 24 de mayo de 1919 en Uruguay, donde se desempeñaba como embajador.
Su cadáver fue conducido a México por la “Corbeta Uruguay”, el buque a flote de mayor antigüedad de la Armada Argentina, escoltada por barcos argentinos, cubanos, venezolanos y brasileños. Al llegar a México se le brindó un homenaje sin precedente y finalmente fue sepultado en la Rotonda de las Personas Ilustres (antes llamada Rotonda de los Hombres Ilustres), el 14 de noviembre de 1919.
Para conmemorar sus siempre sonoras palabras, se nombró al Premio Nacional de Poesía con su nombre. Este año, dicho festival cultural que se realiza en su natal Tepic llega a su XVI edición y mantiene abierta la convocatoria hasta el próximo 30 de junio. El ganador recibirá un premio de cien mil pesos, la publicación de su obra y un
reconocimiento a nivel nacional.
Gracias Amado Nervo por no dejarnos tu silencio.
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