La sabiduría popular afirma que 'un tramposo siempre es un tramposo', y un nuevo estudio podría corroborarlo.
De acuerdo con una investigación de la University College de Londres (UCL), publicada en la revista 'Nature Neuroscience', las personas que han sido infieles en el pasado son mucho más propensas a serlo de nuevo, frente a quienes no suelen mentir.
Neil Garrett, psicólogo y coautor del estudio denominado: 'El cerebro se adapta a la deshonestidad', asegura que existe un "factor poderoso" que nos impide "hacer trampa a nivel emocional", pero al mentir este se debilita con el tiempo.
Garrett afirma que todo se debe a la amígdala cerebral o cuerpo amigdalino, un conjunto de neuronas que procesan y almacenan las reacciones emocionales. Esta proporciona una respuesta negativa – vergüenza o remordimiento-, cuando el individuo miente. Sin embargo, "el proceso de adaptación [a la deshonestidad] reduce esta reacción, lo que nos permite engañar más", añade Garrett en una entrevista para el portal Elite Daily.
El experto subraya que las denominadas 'mentiras blancas' pueden convertirse en mentiras más significativas porque gradualmente podemos lidiar mejor con ellas.
Por otra parte, el propio Garrett, considera que el estudio tendría que ser modificado para evaluar con más detalle el impacto sobre la amígdala. Según opina, en el caso de la infidelidad, por ejemplo, la adaptación se lleva en un plazo más corto de tiempo, pero en comportamientos como la violencia, esta resulta ser más lenta.