Una tarde, mientras estaba recostada en la comodidad de su cama, Martha Rosa Hernández puso sus manos sobre sus pechos y de inmediato lo sintió: una bolita amorfa dura como canica en su pecho izquierdo.
Y no sólo eso, podía verla también.
“Yo no me quise esperar, en cuanto pude fui al doctor, sabía que no era normal”, expresó Martha, ahora de 47 años.
Ni siquiera necesitaron hacerle una mamografía, con el primer ultrasonido mamario era evidente ante los ojos de los expertos, era un tumor maligno, sólo faltaba detectar qué tanto. La biopsia confirmó la peor pesadilla de cualquier mujer, era cáncer de mama tipo II: la lucha había iniciado.
Ahora, siete años después, Martha luce una cabellera negro azabache hasta sus hombros, lleva sus labios pintados y presume unas pestañas largas onduladas. Sin embargo, al recordar los momentos en que perdió todo lo que consideraba bello de su físico, un nudo llega a su garganta, segundos después aparece una risa entrecortada, una mezcla extraña de emociones se reflejan en su rostro y finalmente lo admite: “La verdad es que vivo mejor ahora”.
¿Cómo puede ser? ¿Cómo es posible que tras perder un seno y sufrir de edema crónico en su brazo como secuela de su operación hoy Martha se sienta más feliz que antes de su cáncer?
Parece increíble, pero lo dice convencida, alegre, feliz.
“Esta experiencia se puede utilizar para ser otra persona, para tener otra perspectiva de la vida. Hay cosas muy buenas que se sacan de esta experiencia, a pesar de lo feo que es y de lo dura que es, se puede salir y se puede aprender mucho de ella”, expresó la abogada, quien tras su operación vivió un proceso de 9 meses de quimioterapias y radiación.
Cualquier experiencia cercana a la muerte le hace valorar a uno lo que tiene, pero de acuerdo con Martha, va mucho más allá de eso.
“Es una transformación que se vive desde adentro, que nadie, nadie, entiende, porque si no lo vives no lo vas a entender y qué bueno que no lo vivas, no se lo deseo a nadie”, comentó.
“Hay algo que no vuelva a ser igual, y aquella persona que fuiste antes de todo este proceso, de todo este aprendizaje, de todo este camino, pues ya no está, eres otra, tienes que serlo para poder seguir. Si fueras la misma no habría nada bueno, eres la misma esencia, pero con otras actitudes”.
Cuando se trata de una enfermedad como el cáncer, que te despoja de características físicas que tienen especial peso para la mujer debido a los paradigmas sociales de belleza y la presión que existe en torno a ellos, sobrevivir a la lucha deja una marca que no se olvida.
“Te reinventas y utilizas otras herramientas, descubres que no hay nada más que hacer que utilizar otras características que tú tienes: tu inteligencia, tu positividad y todo para qué, para salir de eso. Y es válido, hacerse de todo lo que puedas para salir adelante con la mejor cara”, expresó.
Y es que cuando eres esposa y madre de dos niños, uno de tres años y otro de 14, en ese entonces, no hay tiempo para deprimirse, aseguró.
Martha trabaja desde hace muchos años en un juzgado, mismo que le da asistencia médica social y que cubrió los gastos de su tratamiento, por lo que además no podía darse el lujo de dejar de trabajar. De los nueve meses de tratamiento, únicamente tres no asistió a la oficina.
“Yo tenía que trabajar y empecé a inventar, a reinventarme, a usar otras cosas [para arreglarme] y valerme de otras que ya no podía tener: no tenía un cabello ni pestañas, ni color, ni nada”, comentó.
La actitud positiva fue indispensable para ella, quien empezó a disfrutar combinar turbantes de colores con su vestimenta, usar pestañas postizas, sombreros y otro tipo de elementos que tal vez antes hubiera considerado “extravagantes” o demasiado llamativos. Además, siempre se apoyó en su buen humor y dejó de prestarle atención a detalles que antes podrían haberle afectado.
“Yo dejé de hacer corajes, yo era muy enojona, yo perdí vesícula con algunos problemas en mi trabajo y de repente dije ya no, ya no, no vale la pena, nadie lo vale”, dijo Martha.
Está comprobado que el optimismo potencializa el bienestar y la salud. De acuerdo con investigaciones de la Dra. Ana María Bastida de Miguel, psicóloga clínica y psicoterapeuta con postgrado de medicina psicosomática y psicología de la salud, los pensamientos positivos no sólo crean emociones positivas, sino que también mejoran la calidad de vida e incluso la alargan, según estudios hasta 10 años de diferencia, en relación a aquellos que tienen una actitud negativa.
“El optimismo es fundamental para la salud, el pesimismo como actitud de vida provoca una salud física mucho más frágil, mayor depresión, mayor ansiedad, mayor tensión física y mental y en consecuencia un rango de mortalidad mayor”.
En ese sentido, Laura Hernández, psicóloga con 11 años de experiencia, asegura que, durante la lucha contra el cáncer, la positividad es indispensable para salir adelante, no sólo porque los sistemas nervioso, endocrino e inmune están íntimamente relacionados, sino porque la salud mental es aliciente que permite al paciente encontrar fuerzas para luchar sin darse por vencido.
“Si no hay una actitud positiva las cosas se complican, porque luego hay que atender un segundo problema que es la depresión”, expresó la psicóloga, quien ya ha realizado terapia con pacientes de cáncer anteriormente.
“La depresión te desanima a hacer muchas cosas, y a veces hay personas que incluso se dejan de atender por depresión, por eso es importante atender lo emocional porque en algunos casos, cuando la persona padece un cáncer, la depresión puede ser fatal en el sentido que ya no siguen su tratamiento”.
Tener una actitud positiva es la base de la lucha, afirmó Laura, sin importar cuál sea el resultado, una tiene la oportunidad de decidir cómo vivirlo.
“La palabra mágica es la actitud positiva, esa te hace abrirte a todos los aspectos y a salir adelante sin importar cuál sea el resultado. Está en uno mismo el salir adelante cuando hay posibilidades y cuando no, uno tiene la oportunidad de decidir cómo vivir el tiempo que le queda y ayudar a cerrar ciclos para las personas que se quedan”, expresó.
Tener una buena actitud depende de uno, pero también tiene que ver con las personas que nos rodean, explicó la psicóloga. Para las pacientes de cáncer, el apoyo de su familia es fundamental.
Por ejemplo, en el caso de Martha, su esposo Jorge fue una figura clave en su recuperación, no sólo porque siempre fue optimista en el proceso sino porque su amor incondicional le ayudó a elevar su autoestima cuando más lo necesitaba.
“Cuando es el amor tan grande, cuando es verdadero, que una persona te ve cuando ya no tienes nada, cuando todo aquello de lo que te valías ya no está, que te digan ‘Es que yo te quiero así, es que yo te quiero a ti’, de verdad es súper importante yo creo que sin eso yo no sé qué hubiera hecho”.
Sin duda el camino no fue fácil. En la memoria de Martha aún está grabado el dolor físico la radiación, el miedo de la posibilidad de no sobrevivir y el dolor de la pérdida del cuerpo que alguna vez tuvo, pero al poner en una balanza las cosas buenas y las malas, el resultado ha sido infinitamente mucho más positivo, aseguró.
No importa las consecuencias físicas que la enfermedad le haya dejado, está viva.
Ahora ese brazo hinchado como secuela, esa reconstrucción de mama que nunca llegará a ser lo que era antes son recordatorios de su lucha y de lo fuerte que puede llegar a ser.
“Antes pensaba que otras cosas era tan importantes y la verdad es que no, yo a la fecha ya no me lacero por nada”.
También te puede interesar: