Cuando se piensa en música tradicional mexicana es natural que lo primero que venga a la mente de muchos, sobre todo los extranjeros, sea el mariachi, la tambora o la música norteña, pero en Michoacán resuena un canto tan antiguo y con tanto valor tradicional que incluso fue considerado Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO en el 2010.
Se trata de la pirekua, el canto tradicional de las comunidades indígenas p’urhépechas, también conocidas como tarascos, quienes habitan la región noroeste del estado de Michoacán, principalmente en Uruapan y Pátzcuaro.
Este canto es una mezcla de estilos con influencias africanas, europeas y amerindias, y persiste con diversas variaciones regionales en 30 de las 165 comunidades p’urhépechas existentes. Y es una tradición tan antigua como la lengua p’urhépecha, o tarasca, mismo, pues se transmite únicamente de manera oral de generación en generación, y las singulares letras varían de acuerdo con la interpretación de cada pirériecha, o cantante.
La pirekua se entona por regla en un ritmo lento o suave, pero existentes variantes instrumentales que hasta incluyen la interpretación con orquestas de cuerdas, de instrumentos de viento, y la participación de coros, tríos, o duetos, además de los clásicos solistas.
La letra de las canciones hace referencia a temas que van desde los acontecimientos históricos hasta la religión, abarcando también ideas sociales y políticas, el amor y los noviazgos. Por ello, los intérpretes o pirériechas son considerados miembros respetables de la comunidad, porque la pirueka funge como instrumento de diálogo entre la familia y la comunidad, estrechando vínculos entre ellos y cumpliendo también la función de mediadores sociales, pues las canciones se utilizan para expresar sentimientos o inconformidades.
Las hermosas armonías que componen la pirekua son un manjar para los oídos, un deleito de sonidos que comunican amor, dulzura, paz, belleza, pasión, nostalgia y alegría. Una bella melodía que le canta al pasado histórico, a las raíces, tradiciones y costumbres, así como a la naturaleza y bondades de la región michoacana.
Al igual que otras tradiciones, desde pequeños los niños p’urhépechas se estrenan en este canto, y lo hacen con orgullo y gran pasión, pues es un honor ser portador de las palabras que alguna vez contaron la historia de quienes ya no se encuentran, ya que sólo en la memoria permanece este legado oral, que jamás ha sido escrito.
El pueblo p’urhépecha nunca fue conquistado por el Imperio Azteca, a pesar de múltiples intentos. Se mantuvo soberano gracias a su especial talento en la metalurgia, el cual les sirvió para negociar con los enemigos mexicas y llegar a un acuerdo. Tras la conquista española, en 1525, el rey Tangaxuan II, juró lealtad como vasallo del rey de España sin luchar, pero en 1530 el Gobernador y Presidente de la Audiencia Primera, Nuño de Guzmán, ordenó saquear la región y ejecutar al rey tarasco.
La lengua p’urhépecha es una lengua que no comparte características con otras de Mesoamérica. La palabra tarasco proviene del término "tarascue", que en p’urhépecha significa tanto "suegro" como "cuñado". Sin embargo, en náhutal se le conoce a este pueblo indígena como "Michihuàquê", que significa "los que tienen peces", en relación al lago de Pátzcuaro, de ahí se deriva el nombre del estado de Michoacán (Michihuacán).
También te puede interesar: