Suena el teléfono y la chica responde con voz coqueta, se dirige hacia su clóset y elige el atuendo perfecto para su cita. El ritual de maquillaje, peinado y arreglo personal sin duda toma más de lo normal, no es a cualquier cita a la que se dirige. Sale de su casa y la espera un lujoso auto que la lleva hacia un restaurante de primer nivel en donde ya la esperan.
La recibidora del restaurante la mira extrañada y trata de esconder su expresión de desaprobación, pero la chica sonríe. Ella sabe por qué la otra mujer tiene esa mirada fija, es obvio que ha visto llegar a su acompañante antes y se ha percatado de la diferencia de edad: mientras ella está en sus 20s, el elegante y pulcro hombre que la espera sentado en la mesa más exclusiva del lugar tiene 50 años.
Ella no es una escort, ni una cazafortunas en el sentido tradicional de la palabra, tampoco una prostituta. Ella es una sugar baby y ese hombre de gusto impecable es su sugar daddy.
La idea de la mujer bella que busca a un hombre adinerado, usualmente mayor que ellas, para alcanzar la vida de lujos que siempre ha deseado no es nueva, el término “gold digger” o “cazafortunas” se empleado desde hace décadas para referirse a ellas; pero en dichos casos las mujeres pretenden estar enamoradas, es decir se trata de un engaño con el objetivo específico de contraer matrimonio para asegurar el bienestar económico. Sin embargo, las sugar babies no buscan eso ni tampoco se andan con engaños.
Se les conoce como sugar babies a las chicas que salen con hombres adinerados a cambio de cuidados y lujos, pero esto se hace de manera transparente; es decir que el sugar daddy conoce la intención de la chica y está de acuerdo con ella, y viceversa.
Esta tendencia no es sólo es popular entre el género femenino, también muchos jóvenes buscando ser mantenidos por mujeres mayores y adineradas, o sugar mommys. Con la creciente demanda de hombres y mujeres por este tipo de compañía, existen cada vez más agencias dedicadas a encontrar a la persona indicada para iniciar una relación bajo este acuerdo, así como plataformas electrónicas que permiten subir perfiles de ambos.
Este tipo de servicios despliegan públicamente el salario anual del sugar daddy o mommy para llamar la atención de las y los jóvenes, mientras que ellos presumen su belleza para atraerlos.
Tras haber establecido comunicación por ese medio, el hombre pone en la balanza la química que pueda tener con la chica, y si considera que es la compañera ideal, inician una relación en la cual él se compromete a cuidarla financieramente a cambio de su compañía.
¿Entonces cuál es la diferencia con una escort? O peor aún, ¿con una prostituta? Básicamente una escort o prostituta recibe un pago o una transacción comercial por un “servicio”, mientras que una sugar baby forma parte de un acuerdo el cual consiste en un intercambio de afecto por un estilo de vida, es decir que el acuerdo no tiene una duración específica y no necesariamente incluye tener relaciones sexuales. Esto último es una cuestión que se define previo a la iniciación de la relación, en muchos casos se trata más de cumplir con la función de compañía que hace que estos hombres se sientan más seguros. Además el pago se hace se manera disimulada, no en efectivo, sino con detalles, viajes, cenas, e incluso hasta el pago de estudios universitarios.
Uno de los sugar daddys más famosos de la historia es el fundador de la revista Playboy, Hugh Hefner, quien fue mundialmente famoso por tener novias bellas y mucho más jóvenes que él, las cuales vivían en su mansión y tenían millones de dólares a su disposición. De hecho Hefner llegó a tener tres sugar babies a la vez, sus novias se hicieron famosas con el reality show “Girls of the Playboy Mansion”, en el que mostraban el intercambio afectuoso con su sugar daddy y las maravillas de su estilo de vida.
Pero no todos los sugar daddys son viejos poco atractivos, también hay hombres esculturales que aparentan menor edad y que entran en esta tendencia porque no quieren el compromiso de una novia formal. El millonario italiano Gianluca Vachi es considerado por algunos como un sugar daddy, ya que promueve en sus redes sociales su extravagante estilo de vida y a sus acompañantes.
Aunque muchos lo consideran una especie de prostitución, otros defienden esta práctica ya que la consideran transparente y voluntaria, tanto los hombres están conscientes que están “comprando” una novia como las chicas saben que son juzgadas por sus cuerpos y la forma en que hacen sentir poderosos a dichos hombres. Además, cualquiera de los dos puede retirarse del acuerdo cuando lo desee, no se trata de contrato legal que obligue a uno o al otro a seguir, ni debe involucrar la coerción bajo violencia o amenazas como puede suceder en el caso de la prostitución, aunque tristemente no siempre es así.
Como en cualquier relación que surge a través de redes sociales, conocerse sin duda implica un riesgo para ambas partes. En el caso de las mujeres puede que ellas no estén dispuestas a tener relaciones y al estar a solas con el hombre, si este no es honesto está peligro de ser víctima de abuso físico y sexual ante la negativa; mientras que para los hombres, el riesgo implica abrirle las puertas a su casa o su itinerario a una desconocida que bien podría utilizar dicha información para etiquetarlo como blanco de secuestro o robo dentro del crimen organizado.
La revista VICE publicó en agosto de este año un reportaje en el que una sugar baby cuenta sus experiencias, las cuales se alejan del glamour que ella misma esperaba al entrar al negocio. Habla de un hombre que la golpeó y de otros con fijaciones sexuales bastante aterradoras, por lo que tampoco hay que endulzar la realidad: no todos los sugar daddys son lo que prometen, algunos resultan unos verdadero “sugar dicks” (es decir unos idiotas), que sólo buscan alimentar su ego a base de caprichos y que lo que realmente quieren es una mujer sumisa que los haga sentir poderosos al aguantar sus insultos.
Para algunas jóvenes los lujos valen la pena cualquier riesgo, mientras que para otras el precio emocional a pagar es demasiado alto y deciden abandonar sus vidas como sugar babies, una vida que en ocasiones les dejó un sabor de boca más amargo que dulce.
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