La verdadera historia detrás de las posadas y las piñatas


Su origen tiene un significado mucho más profundo del que creías
La verdadera historia detrás de las posadas y las piñatas

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martes, 5 de diciembre de 2017 0:00

Hoy en día son una excusa más para reunirse con amigos y familiares durante las fiestas, intercambiar regalos, romper la piñata, comer tamales y tomar bebidas alcohólicas, pero las posadas navideñas en realidad tienen su origen en una costumbre católica que buscaba preparar el espíritu e invitar a un cambio de vida para recibir al niño Jesús.

 

Esta costumbre, como muchas otras de las actuales tradiciones, nació como un esfuerzo de evangelización, ya que cada año en el primer día del Panquetzaliztli, es decir el decimoquinto mes del calendario náhuatl, los aztecas realizaban un culto en honor del nacimiento del dios Huitzilopochtli,  el 21 de diciembre, mejor conocido como el “Niño Sol”.

 

De acuerdo con el investigador Germán Andrade Labastida, el solsticio de invierno representaba el momento en que el “Niño Sol” ya habido recorrido toda la bóveda celestial moría y se iba al Mictlán, donde se transmutaba en colibrí para regresar a sus orígenes y empezar un nuevo ciclo el 21 de diciembre. Tras su nacimiento, se realizaban danzas y rituales para recibir su llegada al Valle de México, los cuales se realizaban alrededor del 24 de ese mes.

 


 

Dado que las fechas coincidían con la tradición cristiana, el fraile agustino Diego de Soria, dedicado a la conversión al cristianismo en la Nueva España, solicitó en 1587 autorización al Papa Sixto V para llevar a cabo nueve misas en los días anteriores al nacimiento de Jesucristo, lo que se convirtió en las misas de aguinaldo, del 16 al 24 de diciembre, las cuales están dedicadas a diferentes virtudes: humildad, fortaleza, desapego, caridad, confianza, justicia, pureza, alegría y generosidad.

 

Estas virtudes buscan preparar a los fieles para el nacimiento de Jesús, de ahí que se celebren durante nueve días simbolizando los nueve meses de embarazo de la Virgen, y por lo tanto, recuerdan el peregrinaje de María y José cuando viajaron de Nazaret a Belén.

 

Después de cada misa, se acostumbraba mantener una reunión informal, la cual con el paso del tiempo fue incorporando los tradicionales elementos de los cantos navideños para pedir posada, así como el quiebre de la piñata.

 


 

Si bien el origen de la piñata es chino, como costumbre de Año Nuevo, fue Marco Polo quien en el siglo XIII, al regresar de sus viajes a Oriente la dio a conocer en Italia, de donde los españoles tomaron la idea para después aplicarla en la Nueva España como instrumento para la evangelización de los pueblos indígenas.

 

Así, la piñata tomó su tradicional aspecto de los siete picos, en representación de los siete pecados capitales. Durante la celebración de las misas de aguinaldo, se inició la costumbre de romper la piñata con un palo y ojos vendados, los cuales simbolizaban la fuerza de la virtud cristiana y la fe ciega en la religión, respectivamente. Romper la piñata representaba liberarse de las tentaciones malignas, y como recompensa se lograba la gracia de Dios, que se simboliza con las frutas en su interior; tradicionalmente mandarinas, caña de azúcar, cacahuates y tejocotes.

 

De ahí el origen del tradicional canto: “Dale, dale, dale,
no pierdas el tino, porque si lo pierdes,
pierdes el camino”, pues fallar al romper la piñata implicaba que uno había sucumbido ante las tentaciones, y por lo tanto había perdido el camino hacia la salvación de su alma.

 


 

La costumbre europea de las piñatas, como una olla de barro con regalos o semillas en el interior, no incluía la decoración de su exterior. Se dice que la decoración se las piñatas con colores vivos inició en México para hacerla más atractiva para los fieles y enfatizar la idea de la piñata como una tentación.

 

La primer piñata tal y como la conocemos se creó hace más de 400 años en el ex convento de San Agustín, en Acolman, Estado de México, hoy conocido como cuna de la piñata.

 

Actualmente las posadas y las piñatas han perdido en gran medida su simbolismo religioso para convertirse en una tradición que busca unir a familias y amigos, independientemente de que éstos sean fieles cristianos o no.


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