Una de las tradiciones navideñas que más suelen llenar de alegría a los niños es el colgar las botas y esperar los regalos o dulces que Santa Claus, o en el caso de México, a veces los Reyes Mayos, dejan en ellas.
El origen de esta costumbre es incierto, sólo se puede hablar de historias, de leyendas, que datan de la Edad Media. La más aceptada es aquella que habla de un campesino, quien tras perder a su esposa vivía con sus tres hijas, todas de edad casadera.
Sin embargo, en aquella época se acostumbraba ofrecer un dote al joven que fuera a convertirse en esposo, dado que el campesino era extremadamente pobre no tenía dote que ofrecer y, por lo tanto, por más injusto que fuera sus hijas no eran consideradas como candidatas para contraer matrimonio.
Con el paso del tiempo, tres jóvenes se enamoraron de las bellas hijas, pero sin haber dote de por medio sus familias no aceptaban su unión, lo que sumió a las hijas del campesino en una profunda tristeza.
Tras haber oído de la tragedia de las jóvenes y ver lamentarse al campesino, se dice que Santa Claus decidió corroborar si el amor de las muchachas y los tres caballeros era real, y al dar un vistazo en su corazón supo que así era.
Un día, tras hacer los labores del hogar, las tres jóvenes lavaron sus medias y las colgaron en la chimenea para que el calor del fuego las secara. Esa misma noche Santa visitó el pequeño hogar de las muchachas y arrojó tres monedas de oro por la chimenea, las cuales por suerte, o magia, fueron a parar en cada una de las medias colgadas.
A la mañana siguiente, como parte de sus labores la primera de las jóvenes acudió a recoger las medias cuando notó algo en ellas, al meter la mano sacó la gran moneda de oro y emocionada llamó a sus hermanas, quienes sorprendidas encontraron el mismo regalo.
Los gritos de emoción despertaron al viejo campesino, quien asustado bajó las escaleras para encontrarse con las tres chicas brincando y llorando de alegría. Aunque tenían muchas necesidades, el padre decidió que dichas monedas serían utilizadas como dote y finalmente las chicas pudieron contraer matrimonio con sus enamorados.
Esta leyenda ha circulado de voz en voz desde entonces, las personas comenzaron a poner calcetines en sus chimeneas para ver si Santa también dejaba en ellos algún regalo. Con el tiempo, la tradición evolucionó y hoy en día las botas navideñas se han convertido en una especie de proyecto de manualidad, en el cual cada persona decora con su nombre una bota usualmente elaborada con fieltro u otro tipo de tela.
Nadie sabe el verdadero origen de la tradición, pero sin duda es una linda historia, y de creer en una tradición sin sentido a creer en una leyenda llena de magia, ¿quién no prefiere un poco de magia?
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