Son las jóvenes de La Purísima, población del noroccidental estado mexicano de Baja California Sur, siendo el único lugar de América que conserva esta tradición con tres siglos de antigüedad. Ubicada en las faldas de la sierra La Giganta, la comunidad goza de un rico entorno natural en forma de oasis donde crece la uva llamada misión, que los habitantes de la zona buscan catalogar con denominación de origen.
Para la elaboración del vino misional se sigue una técnica importada por misioneros jesuitas en el siglo XVIII desde el continente europeo y que los habitantes de La Purísima mantienen viva con rigurosa religiosidad. Se cubre la uva con bolsas de papel, luego se deja bajo el sol para su fermentación y, tras unas horas, se deposita en recipientes y ahora si pies a la obra para extraer el jugo de la uva que cae en una olla de piel de vaca.
El jugo resultante se cubre y se deja reposar por 12 días para, posteriormente, ser vertido en barricas de roble que son guardadas en la cava durante unos cinco meses, cuando el vino ya puede comercializarse.
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