Sao Paulo, 12 mar (EFE).- La escuela Darcy Ribeiro pasó de ser una de las peores de Sao Paulo a tener en su plantilla a uno de los mejores profesores del mundo, el brasileño Diego Mahfouz Faria Lima, quien opta al llamado "nobel de Educación" tras transformar en referencia internacional un centro azotado por la violencia y el tráfico de drogas.
Tras años de lucha dentro de las aulas, Mahfouz Faria Lima es ahora uno de los diez finalistas del Global Teacher Prize, de la fundación Varkey, un premio que le ha dado aliento para seguir creyendo en su proyecto iniciado en 2014, cuando asumió la dirección del colegio, según explicó en una entrevista a Efe.
Cuando llegó a la escuela, cuenta, los adolescentes entraban sin libros -a veces sustituidos por armas-, paseaban por clases literalmente quemadas y practicaban acoso escolar, a lo que se respondía con expulsiones temporales que provocaban el no retorno de los jóvenes al centro.
"Yo ya sabía que tendría grandes desafíos", asegura a Efe Mahfouz sobre su llegada a la Escuela Municipal Darcy Ribeiro, considerada como una de las más violentas del estado de Sao Paulo.
Tras una agresión a la directora y la renuncia de la pedagoga coordinadora, Mahfouz asumió el liderazgo del centro y libró entonces su primera batalla.
"El primer día que fui a presentarme a los alumnos salieron de dentro de los baños con carteles de 'rebelión', quemaron los baños, me tiraron basura, agua...", recuerda.
Para lo que anteriores educadores fue motivo de dimisión, para Mahfouz fue un estímulo ganarse la confianza de los alumnos: "Mi primera actitud fue decirles que yo no me iba a ir, que estaba ahí para quedarme y que quería escucharles".
"Comencé a darles voz, y ellos dijeron que la escuela era muy punitiva, que no eran escuchados, que todo era motivo de expulsión que era muy fea, muy deprimente...", afirma.
No le faltó tiempo para ponerse manos a la obra y él mismo pintó las quemadas paredes de las aulas después de reunir material de obra sobrante de otras escuelas colindantes.
Fue entonces cuando unos treinta padres y madres voluntarios empezaron a volcarse en el cuidado y progreso de la escuela con pequeñas acciones como "arreglar un ventilador o un grifo", una ayuda necesaria ya que la manutención por parte de los órganos públicos "demora hasta 15 días", asegura.
"El director es como un maestro de orquesta, él sólo no sirve de nada, sin ayuda de otros músicos la orquesta no camina", señala Mahfouz, quien subraya la importancia de una "gestión democrática" donde los alumnos y la comunidad "se vuelven protagonistas de todo proceso".
Decidió dar salida a las adversidades con proyectos de carácter sociocultural para suscitar el atractivo en la escuela, evitar el retorno de los jóvenes al tráfico de drogas y acabar con el absentismo escolar, entre otros.
"Implantamos un sistema de tarjetas estudiantiles que controlan la frecuencia de asistencia, cuando alguien falta por dos o tres días, yo mismo voy a su casa para hablar con la familia y ver por qué está faltando", dice.
También se taparon, literalmente, las señales de la delincuencia, ya que los huecos de la pared de un patio interior eran aprovechados para esconder cocaína y marihuana y, por lo tanto, un sitio recurrente para el consumo y tráfico de drogas.
Las personas del barrio, de forma altruista, transformaron y revitalizaron el espacio para convertirlo en una plaza de lectura.
Las iniciativas tomadas por Mahfouz forman parte del proyecto "Mi escuela: reconstrucción colectiva", con el que ahora aspira a convertirse en el mejor profesor con el Global Teacher Prize, cuyo veredicto final tendrá lugar en Dubai el 18 de marzo.
"Tengo muchas ganas de ganar para poder aplicar este proyecto en escuelas de todo el mundo", señala.
Si gana el premio -valorado en un millón de dólares-, confiesa que lo destinará a montar su propia ONG y así "ofrecer una educación profesional (...) para retirar a los jóvenes del mundo del crimen y la marginalidad".
"Ahora es una escuela de referencia nacional, que ya no tiene expulsiones, ni absentismo escolar, ni saqueos", asegura Mahfouz, un ejemplo de que el profesor "es un agente que transforma vidas".EFE
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