Un sencillo que combina la esencia romántica de sus inicios y su raíz "boricua", en un concierto que cautivó a más de 6.000 espectadores.
El Coliseo General Rumiñahui, el escenario cerrado de mayor capacidad de Quito, se convirtió la pasada noche en un espacio íntimo y sala de baile al mismo tiempo, con una producción efectista gracias al juego de luces y tres pantallas que envolvían al autor al interpretar sus canciones, que hipnotizaron al público desde el primer momento.
El espectáculo arrancó con una cuenta atrás de un minuto, que testó los nervios a sus seguidores y al llegar a cero saltó al escenario acompañado por media docena de músicos y bailarinas que derrochaban energía y no tardaron en contagiar su ritmo.
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