Con una pesca cada día más escasa y el turismo paralizado por completo por la pandemia del coronavirus, la comunidad afrodescendiente de La Boquilla, aledaña a Cartagena de Indias, teme morir primero de hambre que de COVID-19.
"Lo
que hemos pescado no alcanza ni para pagar la gasolina de la lancha",
explica Martín después de seis horas de trabajo en la que ni él
ni sus compañeros han podido siquiera desayunar.
El
pescador, que aprendió ese oficio de su padre pero que por necesidad
ha tenido que dedicarse también a la albañilería, contó que no
solo el trabajo está malo sino que las autoridades no les permiten
faenar en la zona turística de Bocagrande, donde "se coge más
pescado".
Agobiado
porque difícilmente hoy tampoco podrá llevar comida a su familia,
Martín sentencia que si la economía no se reactiva o el Gobierno no
les brinda ayuda, se terminarán "muriendo primero de hambre"
que por la pandemia.
REDES
ABANDONADAS
La
Boquilla es un caserío que nació como asentamiento de descendientes
de esclavos africanos que hoy tienen prácticamente perdidas sus
tradiciones.
En
los últimos 20 años no solo han sido afectados por la construcción
de lujosos hoteles y gigantescos edificios en las zonas aledañas,
sino que también han sufrido un cambio cultural en los oficios de
los que vivían, por lo que han pasado de ser pescadores a operadores
de turismo, actividad que les proporciona más ingresos.
Por
eso su mayor fuente de ingresos está totalmente parada, pues desde
mediados de marzo no hay turismo, las playas están cerradas y no hay
nadie en los hoteles de Cartagena, lo que los empujó a volver a la
pesca.
"Nosotros
aquí, la mayoría vivimos es del turismo pero como el turismo no
viene por la pandemia que hay nos ha tocado luchar con la pesca",
relata Martín.
El
año pasado Cartagena, la meca del turismo colombiano, recibió más
de 520.000 visitantes extranjeros, según la Corporación Turismo
Cartagena de Indias (Corpoturismo), una cifra a la que este año ni
se aproximará esta ciudad caribeña.
PESCA
POBRE Y DESATENCIÓN ESTATAL
Hace
años Alejandro Pardo dejó la pesca para administrar un negocio en
la playa que le daba más ganancias y que le permitía vivir bien.
Sin embargo, hoy está dedicado otra vez a las redes para sobrevivir
con su familia porque la cuarentena que comenzó el pasado 25 de
marzo redujo a ceros el turismo.
Ante
la imposibilidad de trabajar en Bocagrande, Pardo y decenas de
personas más buscan su sustento en la Ciénaga de la Virgen, una
laguna costera que se está secando y tiene graves problemas de
contaminación.
"El
flujo de agua que le entra a la ciénaga es poco y los peces no
prosperan", dice Pardo.
Explicó
que hay "un problema muy grave con La Bocana (el canal
artificial que se construyó en 2001 para permitir la entrada de agua
de mar a la ciénaga) porque se está secando".
"Le
pedimos al Gobierno que se ponga la mano en el corazón y drague el
canal de La Bocana", expresó Pardo y agregó: "La pesca
está bastante dura; en estos días estamos pasando bastante
necesidad ya que no cogemos nada como pescadores y no podemos hacer
nada en la tierra"
Con información de Efe noticias