Vampirismo, la epidemia más tenebrosa


La víspera y el Día de Todos los Santos la animosidad de los ‘no muertos’ bulle en leyendas y relatos, en los que se difumina la separación entre el mundo de los vivos y el de los fallecidos y es más fácil para los ‘nosferatu’ acceder a nuestra realidad. Un experto relaciona el vampirismo con las grandes epidemias europeas...
Vampirismo, la epidemia más tenebrosa

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miércoles, 21 de octubre de 2020 17:06

En la era de la COVID-19, y pese a que estamos cada vez más familiarizados con la terminología médica, la palabra pandemia sigue llenándonos de inquietud y evocando la sensación de una pesadilla de la que no podemos despertar, pero hay otras epidemias, alejadas del coronavirus y más próximas a lo sobrenatural que también resultan inquietantes.


“La epidemia más tenebrosa de la humanidad es el vampirismo”, afirma rotundo el periodista e historiador Juan Antonio Sanz, que ha investigado la historia de los vampiros analizando  documentos sobre estos seres y acudiendo a los lugares donde el rastro de este fenómeno es más intenso.


Fruto de esta ardua labor de varias décadas de investigación es el libro ‘Vampiros, príncipes del abismo’, que acaba de publicar, en el que una las tesis que mantiene es que el vampirismo “está íntimamente relacionado con la magia negra y con la búsqueda de la inmortalidad a cualquier precio”.


“En este sentido, es la sangre la esencia fundamental que asegura  esa inmortalidad y, por tanto,  no sólo debe  contemplarse como un alimento de los ‘no muertos’, sino como la piedra  filosofal de su transformación”, asegura.


Sanz también sostiene  que esta mutación del ser humano en ser de la noche está íntimamente relacionada con las epidemias que asolaron a Europa durante el siglo XVIII, y que “a diferencia de las que hoy padecemos que se combaten con mascarillas y vacunas, se neutralizaban con una estaca”.


Sanz fue corresponsal de la Agencia EFE en Rusia, Japón, Corea del Sur y Uruguay; cubrió la guerra de Chechenia, recorrió el Círculo Polar Ártico tras la tumba de un submarino nuclear ruso, exploró las ruinas de ciudades perdidas en el Amazonas y buscó las huellas del yeti siberiano en las montañas del Altai ruso.


Especialista universitario en Historia Militar y Servicios de Inteligencia, ha aplicado sus conocimientos académicos y técnicas de periodista de investigación a desentrañar el mito o leyenda de los vampiros “que nos acompaña desde el inicio de los tiempos”, descubriendo “un sinfín de mentiras que ha recaído sobre estos seres, pero también inquietantes realidades”.



ALGUNAS FECHAS FAVORITAS DE LOS VAMPIROS.


“Si examinamos el fenómeno del vampirismo, podemos encontrar constantes referencias a ciertas jornadas del año en las que la ‘presencia’ de los no muertos es más activa. Y mucho más peligrosa”, declara Sanz en la entrevista.


Señala que “la víspera de Todos los Santos es una de esas fechas en las que la animosidad de los no muertos bulle en leyendas y relatos, desde Irlanda a Rumanía, a lo largo de toda Europa”.


“En esa fecha, la separación entre los dos mundos, el de los vivos y el de los muertos, se difumina y es más fácil para los ‘nosferatu’ acceder a nuestra realidad”, apunta.


“Entonces, como en otras fiestas infaustas como las vísperas de San Jorge, el 23 de abril, o San Andrés, el 30 de noviembre, se pintan cruces en las puertas, se encienden hogueras, se frotan marcos de ventanas y puertas con ajos, la gente se reúne para rezar y, lo más importante, no se deja pasar a nadie”, asegura.


“Son noches, como la de Halloween, en las que “los espíritus malvados campan a sus anchas”, como afirma Jonathan Harker, uno de los protagonistas de la novela “Drácula”, de Bram Stoker”, destaca.


En algunas aldeas de Rumanía se tiene constancia de que los campesinos también depositaban en tales fechas montoncitos o regueros de semillas para que el eventual ‘strigoi’, o vampiro, se detuviera a contarlas y así le alcanzara el amanecer y tuviera que volver a su tumba sin causar daño alguno, según Sanz.


“En esa fecha, los campesinos están especialmente alerta por si descubrieran en torno a sus viviendas motas de polvo o luminosidades especiales que les avisarían sobre la presencia del nosferatu, el vampiro, el no muerto”, añade.


“Y no solo en Rumanía. En el cementerio de Colón de La Habana, Cuba, una señora me advirtió que no se me ocurriera “molestar a los muertos” en la festividad de Todos los Santos y sus vísperas, porque “entonces campan a sus anchas” y “los hay de todo tipo, muchos de ellos con otras formas, como serpientes, arañas o ratas, que deambulan entre las tumbas”, comenta.


Una de las realidades inquietantes descubiertas por Sanz, es que “el fenómeno vampírico, como acervo cultural y conjunto de leyendas y relatos, ha tenido un efecto psicológico en determinadas comunidades a lo largo de la historia”.


“En mis viajes e indagaciones, he encontrado estas leyendas desde Japón a Estados Unidos; desde Rumanía a los Andes de Bolivia, pasando por Rusia, China o Cuba. Y en todas partes persiste un patrón: el vampiro es un ser maligno al que se le responsabiliza de males y enfermedades”, señala.


Esto ha sido registrado en crónicas e informes oficiales ya desde los siglos XVII y XVIII, cuando se produjo en el este de Europa una serie de epidemias vampíricas que aterrorizaron a miles de personas en el oeste de Rumanía, el norte de Serbia y otras regiones, de acuerdo a Sanz. 



NO MUERTOS EN CUBA, BOLIVIA Y ESTADOS UNIDOS.


Y episodios vampíricos no solo han ocurrido en el pasado más lejano, asegura Sanz: “ahí está lo sucedido en la localidad rumana de Marotino de Sus, en el suroeste del país, en 2004”.


“Un lugareño, Toma Petre, murió en diciembre de 2003 a los 76 años de edad y, según sus allegados, retornó para acosarles y alimentarse de su esencia vital. Finalmente, algunos parientes reunieron su valor, exhumaron el cuerpo, le extrajeron el corazón, lo quemaron y bebieron sus cenizas mezcladas con agua todos aquellos que habían enfermado”, explica.


“En Bolivia escuché en la inquietante isla Pariti, en el suroeste del lago Titicaca, numerosas historias horripilantes sobre los seres vampíricos locales, como el ‘anchanchu’ o ‘abchanchu’, y el ‘antawalla’”, afirma le investigador. 


“Incluso conocí allí a un funcionario municipal de La Paz, encargado de medir la contaminación del lago y nada sospechoso de misticismos, quien me aseguró que el ‘antawalla’ le había mordido en una noche de tormenta, mostrándome la señal en su pantorrilla”, asevera. 


“Otro caso espeluznante es el de Mercy Brown, una joven que supuestamente se convirtió en vampira al morir. Su caso ocupó en 1892 páginas y páginas de diarios en Exeter, en el estado de Rhode Island, Estados Unidos, que pude visitar en 2014 y 2018, cerca de Providence”, narra Sanz.


“Debido a la presunta actividad vampírica de la fallecida Mercy tras enfermar y morir, algunos miembros de su familia  exhumaron su cuerpo, el cual fue quemado, reducido a cenizas y consumido”, relata.


“Precisamente en Halloween se visita la tumba de Mercy con asiduidad, se le dejan ciertas ofrendas y quienes allí acuden esperan con expectación que ocurra alguno de los fenómenos paranormales que han venido registrándose en ese cementerio de Chestnut Hill desde que ocurrió el suceso”, finaliza Sanz.

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