¿Recuerda usted cuando era niño o niña, en qué quería convertirse al ser adulto? ¿Lo consiguió? ¿Qué tan lejos estuvo de lograrlo?
En Mazatlán, dos niñas han decidido no esperar a ser adultas. Jugando, sin si quiera planearlo, desde hace un año han ido detrás de sus propios sueños. Melanie García Camacho de 8 años, es una de ellas.
Heredando de su padre el gusto por la noble profesión de pintar de colores los días grises y alegrar corazones, Pekitas, como le conocen a Melanie en el mundo de los payasos, se prepara con esmero para asistir a las fiestas donde le invitan, siendo payasita, pero sin olvidarse de su infancia.
En un escenario distinto, lejos de las risas, pero combinando también la diversión y la disciplina, Alondra Jaqueline Osuna Ramírez de 10 años, ha encontrado en una estación del Cuerpo Voluntario de Bomberos de Mazatlán el sitio idóneo para servir al prójimo como aprendió en su hogar al provenir de una familia de socorristas y al tener un hermano mayor bombero.
Pese a todo pronóstico negativo, historias como la de Melanie y Alondra nos enseñan que siempre hay esperanza de tener generaciones de bien en el futuro y sobre todo que la niñez es un tesoro invaluable.
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