Las jacarandas se han convertido en árboles tradicionales del País, se encuentran en la mayoría de las ciudades ya sea de un color u otro, sin embargo esta especie no es endémica de México, entonces ¿cómo llegó aquí?
Resulta que después de que el alcalde de Tokio, Yukio Ozaki, regalara a Estados Unidos unos 3 mil árboles de cerezo para ser plantados en Washington en 1912, a nuestro flamante presidente Pascual Ortíz Rubio se le ocurrió copiar la idea y solicitó al gobierno japonés la donación de este tipo de árboles para plantarlos en las principales avenidas de la ciudad en honor a los lazos de amistad entre ambos países.
Para saber si los árboles florecerían en la capital mexicana, el Ministerio Exterior de Japón pidió a Tatsugoro Matsumoto, un inmigrante japonés y reconocido paisajista que desde hace décadas habitaba el país, que determinara si esto era factible. Su veredicto fue negativo dado que el cerezo requiere de cambios más bruscos de temperatura entre invierno y primavera y así el plan fue desechada, pero la amistad de Matsumoto con el gobierno mexicano perduró.
Durante su estancia en el País Matsumoto se encargó de darle vida a los jardines de las elegantes mansiones de la Colonia Roma, por lo que su nombre pronto tomó fama entre la alta sociedad. Sin embargo, no fue hasta la llegada de su hijo Sanshiro que se
constituyó formalmente como negocio una florería y con ella la labor de paisajismo, la cual pronto creció a convertirse en un imperio entre la élite mexicana.
Finalmente, una vez llegada a la presidencia Álvaro Obregón fueron los Matsumoto quienes recomendaron al presidente (1920-1924) plantar en las principales avenidas de la Ciudad de México árboles de jacaranda que Tatsugoro había introducido desde Brasil y reproducido en sus viveros, ya que a diferencia de los cerezos las condiciones climatológicas eran las adecuadas para que al inicio de la primavera el árbol floreciera, además estaba comprobado que la flor duraría más tiempo ante la ausencia de lluvia en la capital durante esa temporada.
Con el tiempo el árbol de jacaranda se reprodujo ampliamente en la Ciudad de México y otros lugares del País al grado de llegar a considerarse como una flor nativa. Así, el consejo de los Matsumoto fue visionario ya que cada año durante los meses de marzo y abril podemos disfrutar del florecimiento de las jacarandas que llegan cada temporada sin falta.
Tal vez no tenemos cerezos, pero sin duda el espectáculo que nos brindan las jacarandas no se queda atrás. Gracias Tatsugoro.
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