Escuchamos hablar de él desde bebés, cuando dábamos lata para dormir en voz dulce nuestras madres cantaban una dulce melodía para arrullarnos, una nana que ciertamente suena tierna… ¡hasta que analizas lo que dice!
“Duérmete niño
Duérmete ya
Que viene el Coco
Y te llevará”
¿En qué estaban pensando nuestros padres? Hoy en día la tradicional nana ya no menciona al terrorífico “Coco”, pero las amenazas sobre su existencia sin duda marcaron nuestra infancia.
Se trata de la máxima expresión del miedo infantil, esa criatura monstruosa, que para algunos es una especie de diablillo, y que habita debajo de la cama o se esconde en los clósets y que, por las noches, si nos portábamos mal nos llevaría, o peor aún, ¡nos comería!
Existe en diversas culturas con diferentes nombres; en Estados Unidos se le conoce como “boogeyman”, cuyo origen se asocia a los duendes malignos escoceses, “boggarts” o “boggers”, sin embargo, se cree que su nombre proviene del inglés “bogey”, que significa espectro o fantasma e incluso es sinónimo de pesadilla.
“El Coco” es un elemento universal, un mecanismo que se utiliza, antes con más frecuencia que ahora, para enseñar a los niños la diferencia entre el bien y el mal mediante unos buenos sustos.
En la literatura y las artes existen múltiples referencias a esta criatura, en 1928 el poeta español Federico García Lorca habló sobre este aterrador concepto que desataba pesadillas en una conferencia.
“Se trata de una abstracción poética, y, por eso, el miedo que produce es un miedo cósmico, un miedo en el cual los sentidos no pueden poner sus límites salvadores, sus paredes objetivas que defienden, dentro del peligro, de otros peligros mayores, porque no tienen explicación posible”, dijo García Lorca.
Y es verdad, “El Coco” es lo que cada niño se imagina, es la peor pesadilla que vive en la imaginación de cada uno de ellos. Para algunos es un demonio, para otros un diablo, o incluso puede ser un ser amorfo, una sombra que se mueve en la oscuridad.
El pintor español Francisco Goya lo retrata como un hombre encapuchado con una sábana en su grabado “Que viene el coco”, el cual se publicó por primera vez en 1799, y se exhibe actualmente en el Museo Nacional del Prado, en Madrid.
En realidad, no importa cómo lo imagines, lo importante es la sensación de terror que éste crea y, sobre todo, la enseñanza cruel que deja en los niños: “Hay que portarse bien o si no… (llena el espacio en blanco)”.
La diferencia entre el bien y el mal no sólo está representada con el famoso “Coco”, existen otras leyendas que sirven, o sirvieron en sus tiempos, como argumento para los padres; entre ellas el “hombre del saco” o “el roba chicos”, como se le conoce en América Latina.
Esta leyenda es particularmente cruel, ya que juega con la idea del secuestro infantil, algo que hoy en día es, sin duda, la peor pesadilla de cualquier padre de familia. Sin embargo, hace unas cuantas décadas parecía casi divertido asustar a los niños con la idea de que si no se portaban bien un hombre vendría a llevárselos.
Esta leyenda surge, presuntamente, en los siglos XVII y XVIII en España, cuando la pobreza azotaba con fuerza a la población creando un sinfín de delincuencia y mendicidad, a la cual los niños huérfanos de las provincias no estaban exentos, pues se dice que éstos eran llevados en cestos de mimbre o sacos a las ciudades, como Sevilla, donde su destino era trabajar como esclavos para mendigar las calles o peor aún, como parte de una red de delincuencia organizada o prostitución.
En la actualidad, ese escenario es aún más siniestro y no se limita únicamente a niños huérfanos, sino que es un riesgo latente al cual están expuestos todos los pequeños, lo cual explica que la leyenda haya dejado de utilizarse. El mito ha pasado a convertirse en realidad y en ese sentido ha dejado de ser “divertido”.
Por otro lado, leyendas tradicionales como la de “La Llorona” también fueron la historia perfecta para contar de niños, sentados alrededor de una fogata, o en la oscuridad durante una pijamada.
Ese lamento de la mujer con el corazón roto que ahogó a sus propios hijos para después suicidarse atormentó a muchos niños que entre broma y broma alguna vez juraron haberlo escuchado: “Ayyyyyy mis hijos”. Si a esto le agregas la imagen de la mujer vestida de blanco, de larga cabellera negro azabache que escurría agua del río en el cual hundió los cuerpos de sus tres hijos, el resultado son gritos de terror y la excusa perfecta para una que otra broma durante la infancia.
Ya más recientemente, a mitad de los 90’s se creó la leyenda del “Chupacabras” en Puerto Rico, esa criatura sin pelo que parecía una especie de extraterrestre con colmillos de murciélago, y que mataba el ganado.
Latinoamérica enloqueció con este mito, de repente había supuestos avistamientos de la criatura en casi todos los países del continente, incluyendo en el sur de Estados Unidos. Los ganaderos le tenían pavor, y los niños aún más, pues quién decía que no podría matar a un humano si se encontraba frente él. En la mente de los pequeños, su imagen fue creciendo de proporción, se le imaginaba cada vez más grande, con ojos rojos, una bestia salvaje de cuatro patas.
Finalmente después de ser sujeto de varias historias de terror, la realidad es que investigadores determinaron con pruebas de ADN que los ataques al ganado habían sido perpetuados por perros, coyotes y hasta mapaches con sarna sarcóptica causada por ácaros, una enfermedad que definitivamente brinda un aspecto espantoso a los animales que la padecen, haciéndoles perder el pelo, enrojeciendo y luego ennegreciendo su piel, si a esto le agregas las heridas que el propio animal se ocasiona al rascarse, sin duda, el resultado es monstruoso.
La mente suele jugarnos trucos, y la imaginación de un niño es tan volátil que no tiene límites. Basta plantar la idea de algo temible en su cabeza, para que ésta crezca y evolucione en el más terrorífico escenario para ellos, por ello es importante no condicionar su comportamiento a este tipo de historias, pues de noche, en medio de la oscuridad, escondidos bajo las sábanas, todos esos monstruos y fantasmas hacen presencia en su imaginación, en un mundo donde como padres no puedes protegerlos, donde nadie puede salvarlos más que ellos mismos… si se despiertan.
"Los monstruos son reales y los fantasmas también lo son. Viven dentro de nosotros y, a veces, nos ganan." - Stephen King
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