Día de muertos, una celebración mexicana que ilusiona hasta el más incrédulo, que ablanda a los corazones más duros, que atrae lo mejores recuerdos y que en la mente revive a los muertos.
Una fiesta llena de colores, pero a la vez de inmensa nostalgia y tristeza.
En Mazatlán, como en todo México, los panteones se convierten en un lugar lleno de flores, ofrendas y velas, pero también de lagrimas y dolor.
Desde tempranas horas, familiares y amigos visitan la tumba de quien fuera alguien especial en sus vidas.
La limpieza no puede faltar; agua, jabón, brillo, retoques y arreglos son colocados con la más pura delicadeza y el más sincero amor.
La esperanza de sentir cerca a quienes ya murieron esta presente en todo momento.
Lo que en vida fueron sus gustos, su comida o bebida favorita, se encuentra sobre el lugar en que hoy descansan sus restos.
Los recuerdos inundan el lugar.
En compañía de familiares, le rinden honor a los seres que hasta la fecha no dejan de amar.
La realidad dice que no se va quien se muere, sino quien se olvida.
En esta celebración de amor y dolor, dicen que lo más duro es decir adiós.
Aunque ellos ya no estén, los recuerdos se sienten como si fueran nuevos
En palabras de un mazatleco, “En mi mente y en mi corazón, yo siempre te llevo” .
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