Quienes queman soca, principalmente del maíz, no toman en cuenta el nitrógeno que se libera a la atmósfera, afectando así al ambiente, además de reducir la calidad del suelo, informó Azareel Angulo Castro, investigador en el área de suelos y agua de la Facultad de Agronomía de la Universidad Autónoma de Sinaloa.
Al quemar estos residuos orgánicos la temperatura aumenta considerablemente en lo que concierne a una capa de 5 centímetros del suelo, lo cual reduce las poblaciones microbianas, ya sean bacterias, hongos, lombrices y ácaros, por lo que al bajar esta población microbiana se tendría una tierra menos fuerte.
Angulo Castro consideró trascendente que sea incorporado al suelo y en caso de no ser así, darle un proceso a esta materia orgánica para estabilizarla y posteriormente aplicarla en forma de composta, para enriquecer la tierra.
Recomendó que las juntas de sanidad vegetal formen una comisión y hagan recorridos por las parcelas quemadas, para que al momento de que el agricultor acuda por su permiso de siembra, este se les niegue, o aplicarles alguna multa para erradicar esta práctica.
Los beneficios de aquellos agricultores que no llevan a cabo la quema de soca se ve reflejado en menor gasto de fertilizantes, además indicó que un suelo con porcentaje mayor de materia orgánica será mucho más permeable, menos compacto y tendrá la absorción de mayor humedad y por ende menos erosión.
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